enfrentarme a mi voz,
una voz que está en mi contra.
Cómo extraño tu silencio,
un silencio asustadizo,
que esperaba de mi voz,
en ese entonces mía,
para justificarse.
Ya no soporto este estruendo que no habla,
que no tiembla, que ensordece y no libera.
Ecos, sólo ecos,
una y otra vez repitiendo los alaridos de mi alma,
que te busca y no encuentra,
no encuentra otra cosa más que tu silencio
ahogado en un adiós.
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