Los fines de semana y las noches son de mi tristeza los aliados. Dos días, siete noches que inundan mi alma y sus ventanas de manera prolongada. Cuarenta y ocho, cuarenta horas por semana, suma y suma, lágrima y lágrima. Mientras, el eco de una pregunta muda retumba en la oscuridad de estas eternas semanas: ¿hasta cuándo?
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