Volvemos al remoto lenguaje con el que entre números y horas callamos lo que gritan nuestras almas, la tuya: orgullosa, terca, cobarde; la mía: agotada, hastiada, mansa y rebelde.
Volvemos una vez más a hablar con silencios y ausencias, pausas prolongadas, y nada es dicho y todo se malinterpreta.
De vuelta al vacío de la adivinanza eterna del misterio que para mí supones, que para ti soy.
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