sábado, 4 de agosto de 2012

En la fina cuerda de la duda. 
Escucho la razón, a gritos me obliga a negar tu nombre. 
Ignoro la confusa tormenta que se produce en mi centro. 
Veo tu espectro, finjo olvidar. 
En mi mente, huyo a millas de tu presencia.
Pero duele, la sal de tus lágrimas se transporta a mi alma. 
Ahora que te siento, ya no te entiendo. 
Y aún sin haberte tenido, ya te pierdo, y me pierdo.
En cada mirada extraviada, cada sonrisa forzada.
Me despido de las promesas de un mañana que nunca me alumbró.
Un ocaso que jamás se ocultó, más, nunca se mostró.

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