Quién eres, espectro amorfo que de mis sueños te apoderas, te adueñas de mi celestial refugio onírico, despojándome de mis patrones, mi ritmo, retomando al fin un danzar tan propio de una hoja adherida al viento tibio de un verano color otoño, convirtiendo cada trazo en el dibujo de un demonio destrozado, condenado al olvido de la idealización de su amado ángel, habitante de lo celeste, de los cielos de éter púrpura que los separan más allá de toda tentación, sin amparo, sin justicia alguna.
Quién eres fantasma carmesí, tú que entre nubes te presentas con rayos de luna, estrellas en tus manos; tú, que vienes y te vas, dejando un débil rastro de luces tenues que pronto se apagan, regresa, quédate una vez más. Fantasma, espectro nocturno, quédate en mis sueños, en mis cielos de éter púrpura y luna carmesí.
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