miércoles, 27 de febrero de 2013



Y así partió, aun esperando por una lágrima que nunca brotó.
Seca, como su mejilla al sol.
Fría, como la niebla de aquella noche.
Un suspiro fue su adiós. 
El que nadie respondió. 
Ni el alma de promesas de ayer, 
ni el fugaz rocío de hoy.
Sólo marchó sin rumbo conocido, 
sin dirección determinada.
Lejos y sola, su deseo cumplió.
Una gota fresca, tibia, empañó su rostro.
Un suspiro más, y prosiguió. 

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