Y así las horas pasan,
como atletas que corren con temor
a que no sea amor lo que persiguen.
Como un niño en una noche oscura
escuchando ruidos entre sus sábanas.
Rápidas y despavoridas
nos rozan la piel, la calma.
Arrastran los días, las noches, las vidas.
Nos difuminamos como las manecillas,
de uno en uno, de doce en doce.
Y todo se acaba.
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