A toda hora te recuerdo. A una hora te revivo.
Llegas a mi ser en medio del misterio que envuelve la noche. Cuando los ángeles duermen en sus moradas. Un poco antes que los espíritus oscuros rodeen la neblina. A esa hora, nuestra hora.
Justo cuando parece todo perdido, las manecillas me indican que aún tengo esperanzas. Fuerzas que parecían escasas o, más bien, inexistentes, vienen a mi. Y de paso, traen consigo el fugaz astro que ocultan tus ojos.
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