Debajo de esas ramas donde me juraste jamás partir. Mientras una brisa de colores envolvía nuestras almas, mariposas aleteaban sin cesar, espirales eran creados en mis sueños lúcidos. Justo ahí, veo tu sombra cubriendo mis dedos. Y un destello ilumina tu rostro en un instante divino. Flotan las nubes que componen el soneto de la dulce melodía de tu voz. Y aún sin haber sido revelado el enigma de la madrugada, conozco cada centímetro del violeta de tu corazón. Danzan en tu pelo las hojas, a pleno contraluz dibujan en tu piel un perfecto trazo. Sin más cubierta que tu sonrisa y un sincero mirar, prometes un mañana con un infinito circular. El rocío cubre ambos luceros y la alegría es silenciada por un beso eterno.
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