El cielo habla por si sólo.
Las palabras se tornan ornamentos entre los ojos que se contemplan, mientras la ansiedad de saber la verdad los consume.
Espera interminable del todo.
En un silente suspiro, la melodía calla.
Admiro los dedos que tiemblan por el temor de la noche.
Las estrellas danzan en el cielo raso.
Los muros que antes fueron minuciosamente elaborados, de pronto caen en un delicado soplido del viento.
Los latidos exhaustos por el improvisado maratón, manos cubiertas de rocío y el dulce lamentar de unos labios expuestos atraviesan las horas.
Todo llega sin buscarlo, chocan sin siquiera notarlo.
Cuerpos y caminos entrelazados.
La simplicidad de un complejo espiral, con un principio sin un visible final.
Las palabras se tornan ornamentos entre los ojos que se contemplan, mientras la ansiedad de saber la verdad los consume.
Espera interminable del todo.
En un silente suspiro, la melodía calla.
Admiro los dedos que tiemblan por el temor de la noche.
Las estrellas danzan en el cielo raso.
Los muros que antes fueron minuciosamente elaborados, de pronto caen en un delicado soplido del viento.
Los latidos exhaustos por el improvisado maratón, manos cubiertas de rocío y el dulce lamentar de unos labios expuestos atraviesan las horas.
Todo llega sin buscarlo, chocan sin siquiera notarlo.
Cuerpos y caminos entrelazados.
La simplicidad de un complejo espiral, con un principio sin un visible final.
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