domingo, 25 de noviembre de 2012


Tú, mar embravecido. Yo, tu reflejo limitado.
Tan cambiante como el oleaje.
Tan impredecible como la dirección del viento.
Todo transcurre en plena tempestad.
Inestable como las luces reflejadas en el anochecer.
Entre ramas, se proyectan en las rocas.
Danzan al ritmo de la brisa cuando ya va a amanecer.
El sol nace, las palabras se ocultan.
Se diluyen los pensamientos.
El sentir de fuego se consume.
Y es la misma brisa, 
la que consigo las cenizas arrastra.
Alejando almas, creando vacíos. 

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